Cada investigador es un mundo distinto, como les comenté al inicio de esta sección de entrevistas. Cada uno con percepciones únicas y que hacen de cada caso, un proceso apasionante. Nuestro siguiente entrevistado es precisamente eso, un mundo distinto e interesante. Hecha esa acotación, mi visión al respecto es la siguiente. Creo que existe una clara distinción entre lo que llamo “grupos mediáticos” y “grupos no mediáticos” o “de bajo perfil”. Los grupos mediáticos son aquellos que bajo pomposos nombres y denominaciones buscan aparecer en los medios de comunicación social, ya sea mediante su principal exponente presentándose regularmente en matinales y otros programas de televisión, o logrando que algún caso “espectacular” que están investigando sea cubierto de manera casi siempre sensacionalista por los noticiarios (aunque posteriormente se concluya que el caso en cuestión tiene una explicación convencional). Los grupos de bajo perfil son los que nacen al alero de pequeños núcleos de amigos, casi siempre jóvenes y generalmente de regiones, que se mantienen alejados de los medios y se dedican a investigar y a tratar de explicar, en la medida de sus posibilidades, los casos que conocen en sus comunas y localidades. No es raro encontrarse con que estas agrupaciones, o alguno de sus miembros, actúe como corresponsal o representante de algún “grupo mediático” capitalino en su respectiva región y son precisamente estas pequeñas asociaciones de bajo perfil las que descubren casos y realizan buena parte de las investigaciones que posteriormente presentan como propias las agrupaciones más rimbombantes o mediáticas. Ahora, el aporte de los “grupos mediáticos”—si es que puede considerarse un aporte realmente—ha sido la divulgación de la temática OVNI ante la opinión pública a través de los medios de comunicación y de charlas o conferencias que organizan periódicamente. Manifiesto dudas respecto a si esto es un aporte o no, dado que la forma en que lo hacen no es de las más serias y en más de alguna oportunidad los ha dejado en ridículo a ellos y, por extensión, a todos los que estudian el fenómeno OVNI, porque el público no hace distinciones. Yo creo que todos los interesados en el tema recuerdan el caso de “Toy”, un supuesto “extraterrestre” al que se le dio amplia cobertura y que al final se concluyó que podía tratarse del feto de un marsupial llamado “monito del monte”. Y en el caso del “extraterrestre” del Parque Forestal, si en vez de tomarse una fotografía se hubiera tomado un video, seguramente habrían captado en él no sólo la imagen, sino también el ladrido del “visitante del espacio”. Los grupos de bajo perfil, en cambio, a pesar de contar con menos recursos, han realizado seguimientos a interesantes casos regionales y hasta han llegado a explicar algunos. Un ejemplo de ello es el estudio de algunos avistamientos en Angol realizado por AIFOC (Agrupación de Investigadores del Fenómeno OVNI de Coronel), cuyas conclusiones fueron publicadas en su momento por La Nave de los Locos en un esclarecedor artículo escrito por Héctor Méndez. Entre 1995 y 1997 pertenecí a dos grupos ufológicos. Durante esa época lo pasé bien, me reí harto y conocí a excelentes personas. Se trataba de entretenidas reuniones sociales, al estilo de un club, pero de investigación, nada. Por eso, más que por grupos, creo que los principales aportes a la ufología chilena en el futuro serán obra de individuos que investiguen casos OVNI y que compartan información y colaboren entre sí, como ya está comenzando a suceder. La labor de las agrupaciones de bajo perfil es interesante y pienso que ellos, junto a algunos investigadores independientes, son la punta de lanza de la ufología nacional y, aunque su aporte es modesto porque tampoco cuentan con recursos suficientes, dan un ejemplo inspirador. A veces he anhelado que en Chile haya instancias como las que existen en el extranjero, aunque me he dado cuenta de que lo que hay afuera tampoco es la panacea. A principios de agosto de 2004 visité las oficinas del National Institute for Discovery Science (NIDS) en Las Vegas, Nevada. Se trata—¿o debería decir “se trataba”?—de un organismo abocado a la investigación de avistamientos de OVNIs y a las mutilaciones de ganado, más que nada. Es financiado por el multimillonario estadounidense Robert Bigelow y forman parte de su directorio, entre otros, el Dr. Jacques Vallée, el ex astronauta de la NASA Edgar Mitchell y el consultor en temas aeronáuticos John Schuessler, cofundador de la Mutual UFO Network (MUFON) y autor de The Cash-Landrum UFO Incident, libro en que recoge su minuciosa investigación sobre el caso Cash-Landrum. El Dr.Colm Kelleher, que en ese entonces era el administrador del NIDS, me mostró las amplias instalaciones y oficinas del lugar, además de una impresionante y completísima biblioteca. Sin embargo, en octubre del año pasado NIDS anunció su cese temporal debido a “la escasez de casos significativos” para investigar y el Dr. Kelleher, que es bioquímico y biólogo molecular, abandonó NIDS y se fue a trabajar para una firma en la investigación del cáncer. No me imagino a miembros de los grupos económicos Luksic, Angelini o Said financiando estudios en este ámbito, pero espero y confío en que con profesionales bien versados en literatura ufológica y una fuente de recursos adecuada, tendremos un mejor nivel de investigación OVNI en el futuro. |
3.- Con respecto a los casos reportados y que se publicitan por televisión ¿por qué crees que éstos no tienen un seguimiento posterior por parte del periodista que difundió la noticia? ¿Es falta de interés o es culpa del investigador?
R: Los que somos periodistas y hemos trabajado en medios de comunicación sabemos que el ritmo de trabajo en diarios y noticiarios de televisión es abrumador. Un día te puede tocar cubrir un accidente automovilístico, al otro día un asalto a un banco, al día siguiente una conferencia de prensa de tal o cual ministro y así sucesivamente.
Dentro de esa dinámica, los avistamientos, fotografías y filmaciones de OVNIs se cubren casi siempre en colusión con algún ufólogo o grupo, que se encarga de “filtrar” el caso a los medios. Los hechos son cubiertos con una gran dosis de sensacionalismo, porque los editores de noticiarios buscan sintonía. Un ejemplo de esto se puede encontrar en la cobertura noticiosa de los casos de “Toy”, del “alien” del Parque Forestal y del “esqueleto extraterrestre” hallado en la ex oficina salitrera “La Noria”, cerca de Pozo Almonte.
Si posteriormente no hay un seguimiento del caso a través de los medios, eso puede responder a varios factores:
- El editor de un noticiario podría no interesarse en la evolución de un caso, ya que sólo buscaba generar impacto y sintonía al cubrir inicialmente algún avistamiento (sensacionalismo).
- Debido a eso, al periodista que reporteó el hecho original le son asignadas otras pautas, por lo cual no pude ni pensar en hacer un seguimiento a un caso OVNI, que probablemente para él sólo habrá sido un trabajo más. Aquí hay que tomar en consideración que en los medios de comunicación masiva no existen periodistas especializados en ufología. Rodrigo Ugarte, de Megavisión, reportea avistamientos de OVNIs y hechos paranormales periódicamente, pero difícilmente podría decirse que está especializado en ovnilogía. Que yo sepa, el único que puede calificarse como tal y que trabaja en un periódico de gran tiraje es Diego Zúñiga, pero Diego muy rara vez ejerce allí su labor de ufología crítica, porque prefiere hacerlo a través de medios especializados.
- Muchas veces ha sucedido que el tema entra en la pauta informativa de un noticiario sólo para publicitar la conferencia de un determinado ovnílogo o grupo, por lo que un seguimiento no se hace necesario.
- Los propios ufólogos no realizan un seguimiento adecuado de los casos que “filtran” a los medios de comunicación.
Por lo tanto, y contestando a la pregunta, creo que existe una responsabilidad compartida entre ufólogos y medios de comunicación en el no seguimiento de casos publicitados por televisión.
4.-Si existe este mal manejo por parte de investigadores y medios y el tema sirve más que nada de “rating” que de noticia en sí, ¿crees entonces que algún día lleguemos a conocer los resultados de alguna investigación en forma seria, o eso seguirá conociendose en privado, como ha sido la tónica hasta hoy?
R: Sólo veremos eso en televisión si es que se hace al alero de algún programa periodístico (al estilo de OVNI, pero mejor), y no de un noticiario, donde a cada información se le da sólo un par de minutos al aire.
5.- En el mundo existen varios países en donde la temática Ovni vende comercialmente de una manera increíble, y el tema convoca un interés mucho mayor. En ese contexto, ¿piensas tú que Chile es un país "ufológico"?
R: Pienso que el tema OVNI es de interés para toda persona medianamente curiosa, no solamente en Chile. El problema es que nuestro país tiene claras falencias en cuanto a investigación si lo comparamos con otros países.
¿Te has fijado que en Chile hay relativamente pocos textos ufológicos nacionales? Parece haber bastantes ufólogos (aunque varios de ellos no sepan mucho de ovnilogía), pero producimos muy poca literatura OVNI, y lo que hay es de una calidad y profundidad inferior que lo que existe en el extranjero. Me refiero específicamente a la edición y publicación de libros sobre el tema.
Por supuesto, siempre podemos encontrar honrosas excepciones, como Los Sin Nombre, de Willy Wolf y Manuel Sáenz—que además fue el primero o uno de los primeros libros sobre OVNIs escritos por chilenos—, entre otros, pero creo que la mayoría de los estudiosos coincidirán en que nuestra producción literaria ufológica es menor a la de otros países, tanto en cantidad como en calidad de contenidos.
En Chile tenemos algunos casos bien interesantes, pero, a diferencia de los colegas en el extranjero, la ovnilogía local parece preferir cubrirlos someramente en reseñas para ediciones especiales de revistas como Conozca Más, en vez de investigar en profundidad y escribir in extenso sobre ellos en libros.
Varias veces me he preguntado por qué sucede esto y creo que la respuesta es simple: nuestra “producción ufológica” como país es un reflejo fiel de lo que somos como investigadores.
Por ejemplo, sé de dos ufólogos, fundadores de dos de los grupos más conocidos a nivel nacional, que, al menos hasta julio de 2003, se presentaban públicamente con títulos profesionales que no habían obtenido.
“¿Y qué puede importar eso en términos prácticos?”, se preguntarán algunos. Pues que su poca solvencia académica se ha hecho sentir en los aspectos más básicos. Me serviré de dos ejemplos para ilustrar este punto.
En abril de 1996, uno de ellos, a quien llamaré “Código Alfa” (a algunos de los que se mueven en nuestro mundillo ufológico les encanta dar ese tipo de apelativos a miembros de sus grupos o a corresponsales regionales), escribió un artículo de prensa sobre el caso del cabo Valdés en un periódico de circulación nacional, citando al protagonista de la historia como “Arnaldo Valdés”, cuando todos sabemos que el nombre de pila del suboficial Valdés es “Armando”.
A mediados de ese mismo año, el otro ufólogo, a quién denominaré “Código Omega”, redactó un texto para una edición especial de la revista Conozca Más, donde destacaban su reseña en la portada con un título que decía algo así como “Ovnis en Chile, los 10 casos más sorprendentes”. Al comienzo de su trabajo mencionó al “astrónomo y matemático Dr. Jack Vallee”, pese a que el nombre del autor de Pasaporte a Magonia es Jacques Vallée.
Todos somos humanos y nadie está libre de cometer errores, pero creo que un investigador que se considere serio y riguroso debería tener la deferencia de escribir correctamente el nombre del protagonista de uno de los casos OVNI más famosos de su país, así como el de uno de los ufólogos más influyentes y respetados del mundo. Pero los ejemplos que acabo de citar sólo dan cuenta del nivel de ufología que tenemos.
Quiero aclarar aquí que no tengo nada contra quienes no tienen títulos universitarios, ya sea porque no han terminado sus carreras o porque no han tenido la oportunidad de estudiar. De hecho, he conocido a excelentes investigadores que no han seguido carreras universitarias, pero que no por eso han dejado de cultivarse, tanto en literatura ufológica como en otras materias.
Si seguimos escarbando, encontramos varios ejemplos más que ilustran el bajo nivel de ovnilogía que tenemos, pero hay uno en especial que me llama la atención. Un divulgador nacional aparece regularmente en un programa de televisión nocturno que goza de una alta sintonía, a pesar de que me ha confesado que ha leído poco sobre OVNIs y que no quiere leer, porque no quiere “contaminarse” informativamente. Aunque respeto su decisión, no la comparto en lo absoluto. Es bueno tratar de mantenerse fresco y original, pero creo que la lectura de libros sobre una determinada disciplina es fundamental para poder interiorizarse en ella.
¿Te imaginas que alguien que quiera ser historiador se negara a estudiar los hechos del pasado, con la excusa de no querer “contaminarse” con esa información y de ese modo enfrentar los eventos del futuro de una manera más imparcial? Evidentemente que eso sería un gran error, al igual que lo es en el ámbito de la ufología, aunque ésta última sólo sea, como mucho, una disciplina.
Es bueno ser entusiasta y generar proyectos, pero también es bueno tratar de armarse de una base teórica sólida para poder contar con mejores herramientas y elementos de juicio a la hora de abordar un caso o entrevistar a un testigo. Hay algunos que le han visto una veta comercial al tema y, sin saber mucho de ufología, se han lanzado con empresas de turismo OVNI, declarando a tal o cual localidad “capital OVNI” e incluso llegando al absurdo de trenzarse en discusiones mediáticas con otras agrupaciones que ya habían declarado “capital OVNI” a otra ciudad. Pero, nuevamente, eso sólo ilustra el nivel de ovnilogía que tenemos.
Me da la impresión de que gran parte de nuestros ufólogos sólo han leído uno que otro libro de Juan José Benítez, alguno de Don Antonio Ribera y quizás las versiones en castellano de Intruders, de Budd Hopkins, y de Abduction, del Dr. John Mack (si es que han leído algo). Pero estoy convencido de que la lectura de más libros y de una mayor cantidad de autores es importante, aunque sé que esto es bastante difícil, porque cuesta encontrar clásicos de los ’60 y ’70; porque en Chile no existe la variedad de títulos que pueden adquirirse, por ejemplo, en España, México o Argentina; porque aquí tampoco es fácil conseguir libros en inglés y porque, aún si se tuviera a mano libros en inglés, creo que no son muchos los ufólogos que manejan ese idioma como para poder leerlos. La barrera idiomática también ha sido un problema para mí, porque me encantaría leer los trabajos de Bertrand Méheust y de otros autores francoparlantes, pero no sé francés, y aunque entendiera ese idioma, nunca he tenido la suerte de encontrar un libro del folclorista y etnólogo galo (ni en francés, ni en inglés, ni en castellano).
Yo mismo, que me considero razonablemente versado en literatura ufológica, he descubierto que sigo siendo muy ignorante al respecto porque no había escuchado nunca sobre varios autores que tienen cosas muy interesantes que decir y que recién estoy comenzando a conocer gracias al trabajo de La Nave de los Locos.
Ahora, respondiendo a tu pregunta, yo creo que Chile sí es un “país ufológico”, en el sentido de que a los chilenos les intriga y les interesa el tema. ¿Ejemplos? En alguna oportunidad la gente llegó a atiborrar un espacio en el que se presentó el ecuatoriano Jaime Rodríguez, a pesar de que como ufólogo deja mucho que desear. También tienes el caso de la revista Conozca Más, que cuando publicó sobre la “autopsia trucha” al “extraterrestre” de Roswell (con video incluido, si mal no recuerdo) agotó su primera edición y tuvo que sacar una segunda. Según entiendo, los libros de Juan José Benítez se han vendido bien entre los chilenos desde la década del ‘80. No tengo a mano los registros de sintonía del programa OVNI, que fue emitido hace algunos años por TVN en dos temporadas, pero creo que tuvo un buen rating.
Entonces, tenemos una opinión pública quizás no ávida, pero sí interesada en el tema. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en otros países, nosotros carecemos de un sustrato ufológico nacional que sea capaz de satisfacer ese interés de manera profesional, honesta y no sensacionalista.
6.- Patricio, ¿será posible que nos dijeras, según tu criterio, los casos más significativos de la ufología chilena?
R: Debo admitir que conozco más sobre casos internacionales que sobre hechos nacionales, yo creo que en parte debido a que nuestra ufología nunca se ha caracterizado por generar casuística.
A la hora de evaluar, habría que decidir qué parámetros vamos a utilizar para considerar a un caso como “significativo” o “destacado”. ¿Será por la repercusión que genere en la opinión pública? ¿O por la publicidad mediática que se le dé? ¿O por la cantidad o calidad de los testigos? ¿O por el grado de extrañeza del evento (luz en en cielo, aterrizaje de un objeto extraño, presencia de entidades, efectos físicos causados por el fenómeno, relatos de amnesia y “tiempo perdido”, etc.)?
Sin embargo, como todos los interesados en esta temática, tengo algunos casos criollos “favoritos” que, personalmente, considero significativos, ya sea por el contexto en que tuvieron lugar, por la calidad y cantidad de los testigos, por sus características particulares y específicas, por sus elementos en común con casos ocurridos en otros países, o simplemente porque me despiertan un sentimiento que no logro situar bien, entre intriga y fascinación.
Siguiendo un orden cronológico, el primero de ellos fue una serie de avistamientos que tuvieron lugar en junio y julio de 1965 en la Antártida, donde personal de la base Pedro Aguirre Cerda avistó un OVNI que cambiaba de color y que, al parecer, fue fotografiado (aunque nunca he visto esas imágenes). Algunas de estas manifestaciones también fueron observadas por funcionarios de las bases antárticas de Argentina e Inglaterra.
El siguiente caso tuvo lugar en noviembre de 1968, cuando las hermanas Afrodit y Eugenia Lovazzano, de 12 y 9 años, respectivamente, avistaron de cerca una bola de luz en el sector de El Salto, en Santiago, en cuyo interior aseguraron ver a una “mujercita” que habría tratado de capturar a una de las niñas. Por supuesto, ellas pudieron haber inventado toda la historia, pero este episodio me llama la atención porque tiene aspectos en común con la aparición de la Virgen de Fátima en 1917 (las apariciones marianas siempre me han cautivado).
Luego está la “persecución noctura” de una luz al vehículo en que viajaban cinco conocidos artistas en Pampa Soledad, en agosto de 1974. La cantidad de testigos, la forma en que éstos reaccionaron frente al fenómeno, los momentos de terror vividos, los chilenismos involucrados y las experiencias personales y el cambio en su vida que dice haber tenido a posteriori uno de los testigos (Tito Fernández, “El Temucano”), hacen de este caso uno de los más sabrosos (al menos, para mí).
1977... a fines de abril de ese año tuvo lugar el encuentro del cabo Valdés y siete soldados conscriptos con dos OVNIs en Pampa Lluscuma, en las cercanías de Putre. Ese es uno de los avistamientos más famosos a nivel nacional, que en su momento impactó a la opinión pública.
En septiembre de 1978 sucedió un caso que me intriga bastante, en que una luz habría levantado de la carretera al vehículo en el que viajaban dos ocupantes que participaban en un rally por Sudamérica, para ser depositado más tarde a varios kilómetros del lugar. El hecho ocurrió en Argentina, cerca de la ciudad de Viedma, pero lo añado a mi recuento porque los protagonistas, Carlos Acevedo—fallecido hace años—y Miguel Ángel Moya, eran chilenos (Acevedo nació en Argentina, pero era hijo de padres chilenos y estaba radicado en Chile desde la década del ’60). Este episodio también es de interés por algunas anomalías que se detectaron en el vehículo luego de ocurrido el hecho.
Aunque el tema de Friendship no tiene una fecha única, muchos lo relacionan con agosto de 1985, cuando radioaficionados escuchaban a un supuesto habitante de la mítica isla anticipando las evoluciones de un objeto volador que acaparó las miradas de miles de chilenos en el que quizás ha sido el avisamiento más publicitado de nuestra historia (aunque existen argumentos de peso que identifican al fenómeno como un globo estratosférico).
Friendship es interesante por la forma en que ha sido manejado por algunos ufólogos (no sólo en Chile) y porque se han tejido muchas historias en torno al tema (se ha hablado desde “extraterrestres” hasta que se trataría de un grupo de científicos extranjeros, pasando por teorías que hablan de una secta o que más bien se trataría de un experimento sociológico). Se ha escrito y hablado mucho sobre el tema, pero, en mi opinión, se ha investigado poco. La producción del programa OVNI hizo un trabajo interesante al respecto y sorprendió in fraganti a un miembro del grupo que denominaron “Friendship 2” cometiendo fraude, pero, aparte de eso, aún no he visto una investigación en profundidad ni una respuesta satisfactoria para el caso en su conjunto, que involucra a varias personas, además de muchas horas de conversaciones grabadas entre radioaficionados y los supuestos Friendship. Me sorprende que aún no se hayan realizado avances básicos en la investigación del caso, como localizar el “Faro Mitagüe” (¿será que no existe realmente?) y el barco Mytilus II (al menos, no sé de nadie que los haya encontrado. Empiezo a pensar que “Mitagüe” y “Mytilus” se derivan de “Mito”).
Junto con el del cabo Valdés, creo que Friendship es uno de los casos que mayor interés ha despertado en la opinión pública, probablemente debido a la afirmación por parte de Ernesto de la Fuente, uno de los personajes más controvertidos de esta historia, de que habría sido sanado de cáncer por sus amigos de la isla. A mí me parece muy cruel y delicado jugar con la esperanza de personas que buscan una cura para sus enfermedades y por eso pienso que es necesaria una investigación en profundidad del caso y, ojalá, su esclarecimiento.
El supuesto estrellamiento de un OVNI en Paihuano en octubre de 1998 es interesante porque es más o menos actual, porque fue investigado en terreno por varios ufólogos y medios de comunicación, por las posibles explicaciones que puede tener y porque podría servir de paradigma para ilustrar cómo un caso puede tomar elementos de otro (contaminación informativa).
Recuerdo perfectamente cuando ocurrió el incidente de Paihuano, porque yo estaba en la Universidad y al escuchar las primeras noticias sobre el suceso sentí muchas ganas de viajar a la zona, pero me fue imposible porque mis responsabilidades estudiantiles me lo impidieron. Por lo tanto, no puedo confirmar ni desmentir las informaciones que existen sobre el hecho, pero sí me llama la atención que se hayan escrito cosas tan similares a lo publicado sobre Roswell. ¿Realmente hemos de creer que nuestro Ejército movilizó camiones para recuperar y llevarse el OVNI y que el caso fue encubierto por las autoridades militares chilenas, al más puro estilo de los supuestos UFO cover-ups norteamericanos?
A la hora de analizar el caso, hay que considerar que los mismos ufólogos que se movilizaron al lugar para investigar los hechos pudieron haber “importado” elementos de Roswell a lo sucedido en Paihuano. Antes dije que los ovnílogos chilenos, en general, son poco versados en literatura ovnilógica, y lo mantengo. Pero en 1998 existían por lo menos tres libros en castellano que trataban sobre el caso Roswell: El Incidente (Charles Berlitz y William Moore, 1981), Roswell, Secreto de Estado (Javier Sierra, 1995) y Caso Roswell ET Informe Final (Stanton Friedman y el equipo de redacción de la revista Conozca Más, edición argentina), que es una traducción libre de Crash at Corona (Stanton Friedman y Don Berliner, 1992), pues dejaron fuera algunos capítulos del libro original y añadieron material sobre el caso publicado en Conozca Más.
Si vamos aún más allá, podríamos decir que no sólo los ufólogos, sino los propios lugareños y testigos del incidente en Paihuano pudieron haber agregado, voluntaria o involuntariamente, elementos de Roswell, ya que en 1995 ese caso fue ampliamente cubierto por los medios de comunicación de todo el mundo a raíz de la fraudulenta “autopsia al extraterrestre” presentada ese año por el productor británico Ray Santilli.
Tengo en mente un par de casos más, pero prefiero dejarlo hasta aquí, o me extenderé demasiado en una sola pregunta.
7.- Imposible dejar de preguntarte acerca del caso del Cabo Valdés. En la entrevista concedida hace pocos días por Diego Zúñiga, él nos comentaba acerca de una investigación que estabas realizando acerca de este tema. ¿Podrías hablarnos al respecto?
R: Por supuesto, Ely. Sobre el caso del cabo Valdés y sus conscriptos leí por primera vez con cierto detalle cuando tenía alrededor de 13 años en el libro Secuestrados por Extraterrestres, de Don Antonio Ribera. Debido a sus características tan peculiares, la historia me fascinó de inmediato y siempre estuvo en mi mente. Quizás como muchos otros que se interesaron por este suceso desde niños, yo soñaba con poder investigarlo en el futuro.
Ese sueño de infancia y adolescencia comenzó a tomar forma en abril de 2002, cuando se dio una especie de revival del caso a propósito de su vigesimoquinto aniversario. Durante ese mes Valdés aseguró a Las Últimas Noticias que nunca había sido abducido, el hecho fue recordado en algunos otros medios y supe por primera vez de la existencia del sitio web http://www.cabovaldes.com/ (hoy inactivo), gracias a un email que me envió la señora Liliana Núñez, empeñosa investigadora y excelente amiga.
Se cumplían 25 años desde el incidente en Pampa Lluscuma y éste seguía siendo uno de los principales referentes de la ufología chilena, tanto a nivel nacional como internacional, a pesar de que lo que se sabía sobre el caso era prácticamente lo mismo que salió publicado en los medios de prensa cuando éste tuvo lugar en 1977. Pensé que sería interesante intentar esclarecer algunas interrogantes que jamás habían sido contestadas y que tenían que ver tanto con aspectos básicos como con detalles de la experiencia, por lo que me propuse tratar de localizar a Valdés y a la mayor cantidad de involucrados en la historia original.
¿Cuáles eran los nombres completos de los protagonistas? ¿De qué marca y modelo era el reloj que usaba Valdés al momento del encuentro en Pampa Lluscuma? ¿Entre qué fechas estuvo internado en el Hospital Militar y qué exámenes se le practicaron ahí? ¿Existió algún informe posterior en que se recogieran las conclusiones sobre los estudios médicos que se le realizaron? ¿Por qué Valdés fue transferido a otro regimiento después de su experiencia OVNI? Estas eran algunas de las preguntas que me inquietaban, para las que esperaba poder encontrar alguna respuesta.
El tema de los nombres de los conscriptos era uno de los que más me sorprendía, porque, desde que ocurrió el hecho, nunca nadie los había consignado en forma completa y correcta. En las informaciones originales sobre el caso publicadas a mediados de mayo de 1977 por La Estrella de Arica, se entregan los nombres con el primer y segundo apellido de algunos conscriptos, pero de otros sólo se dan el nombre de pila y el apellido paterno. De otros dos se dan sus segundos apellidos en forma errónea.
En el capítulo que dedicó el ovnílogo Jorge Anfruns al caso Valdés en su libro Ovnis, extraterrestres y otros en Chile (1987), sólo da el nombre de pila y el apellido paterno de los soldados.
Y en su episodio consagrado al encuentro en Pampa Lluscuma, los realizadores de la serie OVNI, a través de la flemática voz de Patricio Bañados, se jactan de haber descartado rumores, versiones inexactas y errores y de haber conseguido las identidades correctas de los miembros del grupo que vivió la experiencia, tras lo cual entregan tres nombres con primer y segundo apellido, otros tres con sólo el nombre de pila y el apellido paterno y un séptimo con el apellido materno equivocado. Lo que me parece insólito es que sólo segundos después de citar esas “identidades correctas” con gran pompa, uno de los conscriptos que fue localizado y entrevistado por el programa (un acierto, sin lugar a dudas) identifica correctamente, con sus dos apellidos, al soldado cuyo segundo apellido se cita en forma errónea inmediatamente antes.
Los que hayan soportado leerme hasta este punto se preguntarán por qué tenía esta especie de obsesión por conocer los nombres completos de todos los soldados, incluidos sus apellidos maternos. Pues bien, la razón es que sólo de ese modo podía llegar a localizarlos y a contactarlos, porque varios de los conscriptos tienen nombres comunes.
Por lo tanto, una de las primeras cosas que hice luego de comenzar a investigar el caso fue dirigirme al Archivo General del Ejército para solicitar los certificados de servicio de los soldados, donde figuran sus nombres completos, la fecha de ingreso y licenciamiento del servicio y las respectivas unidades de acuartelamiento y de término de la instrucción militar. Cuando solicitas uno de aquellos antecedentes, necesitas los nombres completos del sujeto, además de su fecha de nacimiento y unidades de acuartelamiento y licenciamiento, datos que yo no poseía. Pero tuve la fortuna de que la suboficial encargada me tuvo paciencia y accedió a mi petición, y de ese modo pude, finalmente, conocer los nombres completos de todos los conscriptos.
En 2002 logré localizar y contactar a seis de los siete soldados que vivieron la experiencia OVNI junto con Valdés, aunque hasta ahora—y aquí quiero hacer un mea culpa—sólo me he entrevistado personalmente con uno de ellos.
Me he encontrado de todo en el camino y en algunos momentos me he sentido muy frustrado. Hay militares que han estado muy reacios a colaborar, mientras que otros me han abierto las puertas. Con los conscriptos sucede lo mismo. Uno de ellos se ha cerrado totalmente a hablar sobre el tema. Otros mantienen un cierto recelo, pero hay dos que han tenido una disposición ejemplar. Cuando vivieron la experiencia, eran unos jóvenes de unos 18 o 19 años. Ahora tienen entre 45 y 46 años y son esforzados padres de familia. Sus ocupaciones son variadas y van desde guardia para una conocida empresa de transporte de valores hasta chofer de microbús, pasando por un albañil, un obrero y un suboficial de Carabineros en retiro.
Además de conocer los nombres completos y correctos de los soldados, sus certificados de servicio prueban que no son ciertos los rumores publicados por Jorge Anfruns en su libro antes citado respecto a que los conscriptos habrían sido dados de baja luego del incidente. Todos ellos hicieron su servicio militar completo. Existe un solo caso sobre el que no puedo estar seguro, porque aún no han podido emitir su certificado de servicio en el Archivo General del Ejército (todavía no han encontrado la unidad en la que se acuarteló, que al parecer no fue la misma que la de sus compañeros de armas).
Otro de los problemas con los que he me encontrado es que Pedro Araneda, el profesor de la escuela de Putre que en 1977 conversó y grabó en audio las declaraciones de los testigos y posteriormente dio a conocer la historia a La Estrella de Arica en su calidad de corresponsal, se niega a prestar su testimonio. Personalmente, creo que eso es muy injusto y me siento discriminado, porque Araneda sí habló con Jorge Anfruns en 1987 y con un investigador trasandino a mediados de los ’90. Ese creo que fue el principal acierto de lo publicado por Anfruns sobre el caso Valdés: las declaraciones de Araneda, que son valiosas a la hora de contrastarlas con las de otros implicados y que sirven para trazar la secuencia de hechos (lo que sucedió durante las primeras horas después del encuentro con las luces en Pampa Lluscuma).
Si hablamos de aciertos, el programa OVNI reveló por primera vez que lo que estaban realizando Valdés y los conscriptos era una guardia de pesebrera y no una patrulla, dio cuenta de cómo reaccionaron realmente frente al fenómeno (que no fue precisamente como se describió en las informaciones de prensa de 1977) y presentó entrevistas con dos de los soldados, más otras fuentes que conocieron la historia desde sus inicios, como Luis Maturana (el periodista que escribió la historia original para La Estrella de Arica) y el Brigadier (R) Pedro Durcudoy (aunque en OVNI lo presentaron como “Pedro Durcodoy”). Lo que sí penó durante todo el programa fue la ausencia de Valdés, quien sólo aportó algunas fotografías suyas, pero no prestó su testimonio porque, al parecer, no llegaron a acuerdo económico. Me imagino la cara que deben haber puesto los de OVNI cuando sólo días después de haber emitido el episodio dedicado al caso, Valdés asistió como invitado a De Pé a Pá. Es que los millones que le pagaron por esa aparición no le cayeron nada de mal.
Durante mi búsqueda de los protagonistas de la historia también busqué a Don Armando Valdés, aunque encontrarlo no fue fácil. Recién pude contactarlo por teléfono a principios de agosto de 2002 y a fines de ese mismo mes nos reunimos en persona durante un viaje que él realizó a Santiago. Resultó ser un hombre muy amigable y comunicativo, y comenzamos a colaborar y a planear proyectos en conjunto. Por ejemplo, en una oportunidad le comenté que tenía ganas de viajar a Pampa Lluscuma, para tener una idea mejor sobre lo sucedido in situ y ver las caballerizas donde se encontraban ellos cuando tuvo lugar el fenómeno, y él me dijo que también quería volver a Putre, porque necesitaba estar de nuevo en el lugar y consignar ese viaje en su libro.
Viajé con Valdés a Arica el lunes 18 de noviembre de 2002 y volamos de vuelta a Santiago el viernes 22 de ese mes, tras lo cual él siguió hacia el sur en bus hasta llegar a su casa en Temuco. El martes 19 de noviembre, al día siguiente de arribar a Arica, subimos a Putre en un automóvil que arrendamos por el día. Lamentablemente, debido a algunos contratiempos, sólo pudimos estar ese día en Putre, donde también pasamos la noche, pero aprovechamos la tarde visitando la antigua unidad militar de Valdés y examinando el lugar de los hechos en Pampa Lluscuma, donde Valdés me reveló en terreno su nueva versión, material que filmé en video. Tanto él como yo nos sentimos algo decepcionados al comprobar que las caballerizas originales ya no existían, sino que había unas nuevas, construidas con ladrillos. Según Valdés, las primeras pesebreras estaban hechas de barro y piedra (las famosas “pircas” de las que han hablado) y estaban emplazadas un poco más cerca de los faldeos del cerro donde ocurrió el fenómeno.
De vuelta en Arica, grabamos en audio una larga entrevista, donde me contó una vez más su versión actual y compartió sus impresiones luego de volver a Putre. Una de las cosas que me llamó la atención es que Valdés seguía hablando de su “patrulla”, a pesar de que desde 1999 ya era sabido que en realidad se trataba de una guardia de pesebrera y no de una patrulla. Algunos ufólogos también siguen hablando de la “patrulla” de Valdés, lo que demuestra hasta qué punto ha quedado enraizada la historia original en la memoria colectiva.
Aunque estoy realizando—y financiando—esta investigación solo, la señora Liliana Núñez y especialmente Diego Zúñiga me han prestado una colaboración invaluable. De los investigadores que conozco, Diego es el que más sabe del caso, el que más antecedentes maneja sobre el mismo y el que ha escrito los artículos más interesantes, completos e informados al respecto. Hay información de prensa en la que jamás habría reparado si no fuera por él (a pesar de que la tenía bajo mis narices y no me había dado cuenta) y a él corresponde el crédito de haber localizado a Antonio Flores, el “cabo Flores” del que hablan los escritos de prensa de 1977, que era el mejor amigo de Valdés en aquella época y que bajó a Pampa Lluscuma junto a Pedro Araneda sólo horas después de producidos los hechos, y por lo tanto fue uno de los primeros en escuchar lo sucedido de labios de Valdés y los soldados. El testimonio de Flores es riquísimo y es comparable y complementario con el de Pedro Araneda.
Diego ha hecho notar las contradicciones e incongruencias que existen en la historia, y por supuesto que las hay. Al momento de esta entrevista contigo, Ely, han pasado 28 años y medio desde el encuentro OVNI en Putre y los recuerdos de los implicados comienzan a ser un poco más vagos, especialmente cuando nos enfocamos en los detalles. Sin embargo, cuando uno estudia bien la historia y vuelve a escucharla de boca de los testigos, puede ir distinguiendo entre los recuerdos veraces y la “cosecha propia” que pueden haber agregado después algunos de ellos. Porque acá el grueso de la historia ya se conoce. Lo que estoy tratando de hacer es sacar a la superficie algunos detalles inéditos, rectificar errores, aclarar rumores, precisar algunos hechos y complementar la información que ya existe.
Para resumir, hay un consenso general respecto a que durante la noche del 25 de abril de 1977 descendieron dos luces sobre un cerro, en las inmediaciones de las pesebreras donde se encontraban Valdés y los conscriptos. Una luz habría caído detrás del cerro, mientras que la otra habría caído en los faldeos del mismo, delante del grupo. Según algunas versiones, esa luz se movía, acercándose y alejándose de los testigos. Otros, en cambio, aseguran que no se movía, sino que aumentaba y disminuía de intensidad. Pero hasta ahí podemos hablar de una historia única, porque sobre lo que sucedió después existen dos versiones: la clásica (mantenida por todos) y la nueva de Valdés, que ahora dice que nunca fue abducido y que nunca perdió de vista a los soldados.
Cuando se dio a conocer esa nueva historia, algunos dijeron que el caso se había desmoronado. Yo pensaría igual si Valdés hubiera sido el único en vivir la experiencia, o incluso si hubiera estado con uno o dos conscriptos más, pero estamos hablando de ocho individuos que vieron el fenómeno. Se trata de un Encuentro Cercano del Segundo Tipo (hasta donde van mis pesquisas, no puedo hablar de una abducción) con testigos múltiples y ahí radica gran parte de la riqueza de este caso, a pesar de que es totalmente cierto que existen importantes contradicciones e incongruencias.
Valdés sin duda ha faltado a la verdad, pero lo que aún no tengo claro es si mintió en 1977 o si está mintiendo ahora. Tengo la duda porque, como se sabe, desde mediados de los ’80 Valdés pertenece a una congregación evangélica y, al parecer, existiría un conflicto de intereses entre su religión y la posibilidad de que las abducciones sean reales.
En estos momentos estoy tratando de recabar información sobre el reloj que usaba Valdés durante la experiencia OVNI, ¡y vaya que ha sido complicado!, al igual que otros aspectos del caso. En fin, creo que Valdés es el Travis Walton chileno, con todo lo que eso implica, para bien y para mal.
8.- Sin duda es un gran trabajo investigativo el que estás realizando. ¿Tienes pensado exponerlo en algún libro luego de concluir?
R: Lo que pretendo ahora es poder terminar esta investigación en forma razonablemente satisfactoria, esto es, reuniendo testimonios y antecedentes que me permitan resolver los aspectos que aún no tengo claros.
Si logro eso, y como el caso Valdés ha causado impacto en la opinión pública y es uno de los más conocidos de Chile a nivel internacional, por supuesto que me gustaría publicar un monográfico al respecto, para acabar con esta “leyenda” y entregar todos los antecedentes de una vez por todas.
Sin embargo, no puedo prometer nada. Ya veremos cómo decanta todo esto. No quiero caer en lo mismo que Valdés, que viene anunciando su libro desde 1999.
Te agradezco, Ely, por haberme permitido expresar mis opiniones, inquietudes y puntos de vista a través de esta entrevista, y también quiero manifestar mi gratitud al amigo lector por aguantarme a lo largo de estas líneas.
Un abrazo a todos.
Al contrario, somos nosotros quienes agradecemos a Patricio el que haya contestado nuestras preguntas y se haya dado tiempo para hablar de todo un poco. Esperamos ansiosos los avances de su investigación y así poder enterarnos de la verdad acerca del caso ufológico más bullado de Chile, “el caso Valdés”.
Elizabeth Ramírez, 2006.-
2 comments:
Excelente entrevista, en lo personal yo soy amigo de Pato hace muchos años y recuerdo cuando lo visite y aun estaba fresquito con su encuentro con Valdez y la visita a la Pampa. Buen trabajo
Muy buena entrevista Ely, y creo que Pato debe seguir investigando porque por lo visto hay muchas más cosas que pueden salir a la luz y que le darían una visión algo distinta del caso. Yo personalmente creo que el caso si tiene algo de OVNI y paranormal y no lo llamaría el caso Valdés puesto que le ocurrió a varios otros también y no solo en ese momento sino que a través de sus vidas por separado.
Saludos Ely y ojalá puedas recopilar entrevistas de otros ovnílogos que nos permita así ir conociendo la labor de cada investigador.
saludos y felicitaciones
Michel
Post a Comment